La Chiquita, un rincón vibrante de Oaxaca en Valle de Bravo que mezcla arte, identidad y sabor
- Conexión Turística
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Roger Arrieta, gerente del restaurante “La Chiquita”, en entrevista con Conexión Turística nos lleva a un recorrido por una propuesta gastronómica auténtica, intensa y con alma, que pone en alto la cocina oaxaqueña en uno de los destinos más emblemáticos del Estado de México.
Por Víctor Hugo Rubio, enviado

En el corazón de Valle de Bravo, uno de los destinos turísticos con mayor vocación en México, se encuentra La Chiquita, un pequeño restaurante que ha sabido ganarse el cariño de locales y turistas por igual. Pero lo suyo no es solo servir comida: es entregar experiencias. Así lo cuenta Roger Arrieta, su gerente y alma del lugar, quien con pasión y honestidad explica que aquí “no se cocina por cocinar, se cocina con sentimiento”.
El restaurante nació con una visión clara: ofrecer una tlayudería gourmet que rompiera esquemas, fusionando la tradición oaxaqueña con una presentación artística y contemporánea. “Nuestra tlayuda no es la clásica. Le ponemos mole negro, queso gratinado y tazajo. Es como una pizza mexicana, que encanta a quienes la prueban”, cuenta Roger.

Y no exagera. Basta probar el equilibrio entre el dulzor y profundidad del mole negro con la intensidad del tazajo y la textura crujiente de la tlayuda, para entender de qué se trata este rincón gastronómico.
Pero en La Chiquita no todo es sabor. El arte convive con la comida. Las paredes están adornadas con obras de artistas locales y nacionales que están a la venta, y muchas han viajado a destinos tan lejanos como Alemania o Nueva York. “Esto es más que un restaurante. Es una galería viva, un espacio donde se conectan los sentidos”, afirma.
Una gastronomía con identidad
El éxito del lugar, dice Arrieta, radica en la constancia. “Quien prueba nuestras emmoladas vuelve y dice: saben igual que la primera vez. Eso es lo que buscamos: calidad constante, experiencias memorables”. Para lograrlo, Roger ha desarrollado recetas propias que manda a preparar directamente en Oaxaca, dándole un sello personal a cada plato que sale de su cocina.
Y es que, para él, la comida no es solo comida, es memoria. “Queremos que cada bocado recuerde a casa, a la abuela, a la infancia…”, señala, reforzando la idea de que comer también es un acto emocional.

Valle de Bravo, un destino que se cuida
En un momento en que la recuperación del turismo es firme y sostenida, Arrieta reflexiona sobre el potencial de Valle de Bravo como un destino de turismo gastronómico. “Valle de Bravo no necesita ser descubierto, necesita ser cuidado y valorado. Aquí se han realizado torneos internacionales de parapente, eventos empresariales, visitas presidenciales... Es una joya del Estado de México”, comenta.
Aprovechar el auge de la gastronomía como motor turístico es clave. “México está hoy en los primeros lugares del turismo mundial. La gastronomía mexicana está en boca de todos. Debemos usar las redes, la tecnología y nuestra cercanía con la Ciudad de México para atraer más turismo de calidad”, subraya.
Una invitación abierta y cálida
Desde La Chiquita, Roger invita a todos los viajeros, foodies y exploradores a dejarse sorprender. “Aquí los esperamos con chapulines, mezcal, mole, aguas de Jamaica… pero sobre todo, con una experiencia que les deje huella”, dice con una sonrisa.
Ubicado en Salí 304 en Valle de Bravo, La Chiquita es más que un restaurante. Es un refugio de sabor, memoria y arte. Es la prueba de que cuando la pasión guía, el turismo se transforma en experiencia y la cocina, en identidad.
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