· Fue en 2003 cuando la UNESCO proclamó “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad” a las fiestas indígenas dedicadas a los muertos. La declaratoria indica que es una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo.
· Ese mosaico pluricultural que ofrece nuestro país al mundo se ve reflejado en diferentes variantes para la celebración de la fiesta según la zona en que se desarrolla, en todas las festividades impera el respeto, el temor y también, porque no decirlo, en determinadas zonas el humor.
Por Sergio Palma
En el año 2003, la UNESCO proclamó Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad “Las fiestas indígenas dedicadas a los muertos” de México. La declaratoria indica que es una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país”.
Ese mosaico pluricultural que ofrece nuestro país al mundo, se ve reflejado en diferentes variantes para la celebración de la fiesta según la zona en que se desarrolla, sin embargo, en todas las festividades impera el respeto, el temor y también, porque no decirlo, en determinadas zonas, el humor con que chicos y grandes festejan a la Muerte año con año.
Prehispánicamente diferentes culturas, mexica, mixteca, texcocana, zapoteca, maya, huasteca y tlaxcalteca por solo nombrar algunas, celebraban cada año el acontecimiento al concluir las cosechas del mes de agosto. De esta manera los productos básicos de su alimentación como el maíz, la calabaza y el frijol formaban parte importante de las ofrendas preparadas para la visita de los difuntos.
Con la llegada de los europeos a la Nueva España, la festividad se trasladó a principios del mes de noviembre según el calendario litúrgico católico, dedicando el día primero de noviembre a Todos Santos y el dos del mismo mes a los fieles difuntos.
La conjunción de ambas creencias ha dado lugar a un extraordinario sincretismo que es a la vez un acto de fe con momentos de oración y devoción y una fiesta multicolor salpicada de olores, colores y sabores que en el imaginario colectivo celebran al unísono vivos y muertos.
El concepto de la muerte en el México prehispánico (mexica) fue muy diferente del concepto del mundo occidental, cuando alguien moría seguía siendo parte de la familia, es por ello que se le sepultaba en el seno familiar, es decir sus restos se sepultaban dentro de la misma casa que habitaba la familia, los cementerios o panteones fue un esquema que se adopta con la llegada de los europeos.
Distinta también era la idea de la vida después de la muerte, aquí no se concebía que obedeciera el destino final al comportamiento en vida, no había Purgatorio, Gloria o Infierno, la vida después de la muerte se definía de acuerdo a la causa de la muerte.
En este sentido, existían cuatro lugares a donde pudieran ir los difuntos:
a).- El Tlalocan: Era el paraíso de Tlaloc, un lugar en donde todo era abundancia, de color turquesa, todo fresco, un lugar en donde nunca se carecía de alimentos, sin penas ni sufrimientos, destinado para los muertos ahogados, por rayo, por centella, bubosos, sarnosos, los enfermos de gota, y en general todos cuya muerte tuviera que ver con el agua. (Interesante es ver el mural del Tlalocan de Teotihuacan en donde se ve a los Tlaloques gozando).
b).- El Paraíso del Sol: La residencia de Tonatiuh, adonde iban a dar los guerreros muertos en batalla, los sacrificados en lo alto de los adoratorios, y las mujeres muertas en parto; después de tiempo, las almas ahí residentes se convertirían en aves diversas, de manera especial en Colibrí.
c).- El Xochatlapan o Chichihualcuauhco: En que hay un gran árbol “nodriza” destinado para los niños que murieron al nacer, ese árbol derrama leche en donde los pequeños se alimentan.
d).- El Mictlan: Casa de los señores de los Muertos, Mictlantecuhtli, y Mictecacíhuatl, su consorte, en el que residían aquellos que murieron por cualquier otra causa diferente de las anteriores, en su viaje al dejar esta vida tenían que pasar por situaciones muy difíciles, cerros que chocan entre sí, vientos muy helados, navajas de obsidiana que vuelan por el aire, lagartos peligrosísimos, hasta llegar a su destino final. Era el nivel inferior de los 9 niveles del inframundo mexica.
El Mictlan era un Reino de sombras, un lugar de espera, sin luz, corrupto, húmedo, era por eso que cuando Tonatiuh bajaba al inframundo se consideraba muy benéfico porque alumbraba todo el Reino.
Los europeos interpretaron el Mictlan como el Infierno occidental.
A los grandes Señores se les sepultaba con vasijas y con un perrito color marrón (xoloitzcuintle) con funciones de guiarlos por la oscuridad en su tránsito rumbo al inframundo, especialmente en el cruce de un río llamado Chiconahuapan, último obstáculo para llegar al Mictlán.
El perrito se encontraba hueco por dentro conteniendo el llamado “viático”, que eran los alimentos que se requerían para el penoso viaje.
Esta alegoría del pequeño animalito se repite en otras culturas como las mayas, egipcias o griega (psicopompo)
Dentro de las fiestas más famosas y representativas en México se encuentra la que se celebra año con año en Michoacán; los cementerios ofrecen al visitante un espectáculo inigualable al observar la mayoría de las tumbas tapizadas de múltiples arreglos a base de flores, velas, veladoras y canastas conteniendo alimentos que gustaban al difunto.
En la noche, es posible ver desde lejos el resplandor de los innumerables cirios que acompañan a los deudos que permanecen en los panteones a lo largo de toda la fría noche.
Previamente los familiares se preparan a recibirlos adornando sus tumbas con vistosas flores predominando la flor de cempasúchil (dádiva de México al mundo), y en sus domicilios se preparan “altares de muerto” colocándose la comida y bebida favorita del difunto cuya fotografía preside el altar.
El difunto llega a la ofrenda por un camino delimitado con pétalos de cempasúchil y veladoras para orientarlo.
La ceremonia que se realiza en el camposanto representa una creencia pagano-religiosa y se desarrolla en un ambiente de total respeto y veneración a los finados.
Se encuentra totalmente iluminado por los cirios que han prendido quienes acuden a las tumbas que lucen magistralmente adornadas por coronas, arreglos de cempasúchil y otras flores de la región, a esperar la llegada de sus difuntos.
Pacientemente, aguardan a los visitantes, custodiando las canastas que contienen los alimentos y bebidas preferidas de las almas que se dice, regresarán en el transcurso de la noche.
Así transcurre la larga y fría noche en el cementerio, desde donde nuestros visitantes difuntos regresarán al Mictlán (Lugar de muertos), a través de su penoso camino y los deudos a sus casas, dispuestos a esperar al siguiente año nuevamente, la puntual visita de sus familiares y amigos que se les han adelantado en el camino.
La ofrenda se instala sobre un petate que tradicionalmente se usa de cama, mesa y mortaja, o en alguna mesa sobre papel de color púrpura y naranja. Existen diversas versiones sobre los elementos que debe contener un altar de muertos, una de ellas es esta:
Agua: Fuente de vida para las ánimas, han caminado mucho, llegan sedientas.
Sal: Simboliza la incorruptibilidad del cuerpo y el espíritu.
Fuego Simboliza el amor eterno de Dios para con su pueblo.
Copal: Es perfume de reverencia soberana para alejar malos espíritus.
Flores de cempasúchil, nubes, la luz del sol.
Pan: El itacate que se le provee al difunto para su regreso al Mictlán.
Gollete: Pan pintado de color rosa mexicano, significa el tzompantli.
Perrito de barro rojo (xoloitzcuintle): Guía del difunto rumbo al Mictlán.
Fotografía: Imagen de la persona a quien se dedica la Ofrenda.
Imagen de las Ánimas del Purgatorio.
Imágenes de Santos o una pequeña Cruz de ceniza: ayuda a obtener la liberación del alma del difunto, simboliza la paz en el hogar y el deseo de compartir los alimentos.
Calaveras de azúcar: Si es grande, significa Grande al Padre Eterno y cuando son chicas a la Santísima Trinidad.
Aguamanil, jabón y toalla: Para que el ánima se lave las manos después del tortuoso viaje.
La bebida alcohólica: Recordar fiestas y banquetes.
Papel picado: Adorno sobre el que descansan las figuras de barro y el copal.
Se coloca también el platillo favorito del difunto, pan de muerto, calaveras de azúcar, mole, frutas, licor, y cigarrillos si fumaba.
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